viernes, 8 de febrero de 2013

111ra Entrada, Adagio: The Messenger, Linkin Park



Esta sonrisa que esbozan mis labios, dibujan tranquilidad... que delicia que en días como hoy vaya a surcar los cielos, despegar mis pies de la tierra y volar alto, tan alto como Nietzsche desearía haberlo hecho. Sin alas, mi alma en el viento...

¿He hecho las cosas bien? ¿Podría morir en paz si algo llegara a pasar?

He conocido el amor y sus facetas, el amor de mis padres, de mis abuelos, de mis mascotas, de mis amigos, de los hombres que alguna vez amé. Conocí la envidia, los celos, el ego y su violenta intransigencia... he sufrido y he llorado, como también he reído y disfrutado de todo lo que me ha traído la vida.

Soledad y compañía, cielos de los colores más impresionantes... los árboles y sus maravillosas melodías... he trabajado duro, me he sacrificado y he sido rechazada y valorada... conozco de cerca la frustración y el sabor del éxito, conozco la felicidad plena y satisfacción personal, como también los dolores más profundos y las desesperaciones más oscuras, he aniquilado mi alma y ha vuelto a renacer.

He juzgado y he sido juzgada, bien o mal no importa, el tiempo me ha dado la respuesta, me he equivocado (pocas veces) y he tenido la razón, y te das cuenta que eso no existe, solo hay entendimiento... he sido valiente para enfrentarme, enfrentar mis demonios y mis miedos, mis inseguridades y he salido adelante... incluso en esos momentos en que he dado lo mejor y todo de mi y aún así no me han elegido, incluso cuando mi carácter ha sido una mierda y no he pronunciado las palabras más elocuentes ni voluntariosas... aún así, he amado.

He amado sin ser correspondida, he amado pese al dolor que produjo la decepción y la desilusión, he amado pese al sacrificio, he amado y disfrutado del amor. Si puedo morir en paz. Quizá en otra vida conoceré el amor pasional del que tanto se habla hoy en día, el amor físico y espiritual.

No tengo miedo a vivir lo que tenga que vivir, las agridulces sorpresas sed bienvenidas; la felicidad y el dolor abrazados en uno solo, dejar vivir para vivir sin exigencias... volar alto, tan alto como Zaratustra... vivir el ideal de la perfección sin serlo, rozar el cielo sin alas y mirar desde lo alto, tan alto como el ser mismo.

Quizá deba aprender de la humildad... pero aun no conozco a alguien que me pueda enseñar ese valor... en otra vida quizá.

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