Pues así como es raro levantarse un día sábado temprano en la mañana luego de una semana asquerosa, luego de hacer clases en la UAH me fui a vagar por Santiago Centro.
El panorama matutino es completamente distinto, es la hora en que las calles están vacías, la gente mantiene su mirada vacía pero observa tranquila el pasar de los autos... algunos se frotan las manos, otros abrazan a sus parejas y se besan, otros entran a una iglesia por una siesta... los carabineros se pasean sobre el lomo de sus caballos, miran de un lado a otro con calma, me imagino que el casco que llevan sobre sus cabezas les pesa demasiado, tanto que apenas pueden girar el cuello... alguien se acerca a preguntarles algo y yo aprovecho de mirar sobre mi hombro, no vaya a ser cosa que alguien quiera asaltarme en ese instante en que los carabineros se distraen en alguien.
Los edificios duermen apaciblemente, cada vez se hunden más en la tierra, nadie los mira, nadie los observa... es como si fueran parte de un paisaje vacío, sin brillo... sin vida... todos pasan de largo, la gente los usa y solo unos pocos los cuidan.
¿Una vuelta más? Si, aún queda tiempo... tan solo 20 minutos.
Entré a la Galería Imperio, no tiene nada que ver con su homóloga de Buenos Aires, está vieja y vacía... las tiendas de lana son el lugar perfecto para que las mujeres aburridas vayan a tejer desde temprano... ¿para qué estar en la casa si puedes estar tejiendo? Para que estar en la casa, yo prefiero seguir caminando.
Salí por una calle, una conocida pero yo nunca recuerdo nombres... no le tengo apego a los nombres de las cosas, menos de las calles... para eso hay GPS o las Amarillas de Publiguías. Ya casi en la hora, los personajes más extraños comienzan a aparecer: el joven cañoso que viene después de la fiesta, la señora triste que compra una rosa a la salida de la iglesia, la familia que pasea con ropa deportiva por las calles, el gringo cowboy hippie con el cigarro apretado solo por la comisura de sus labios, la vendedora ambulante que trae siempre consigo sus dos perros y su gatito, el grupo de turistas de la tercera edad de Las Condes que pasea asombrado de la suciedad, el chino que luce una ostentosa cámara y fotografía alguna iglesia colorada... la pastela que camina escuchando música pensando en alguien y disfrutando de la soledad y sus pensamientos (sí, esa soy yo).
He consumido mi tiempo es hora de ir a ver al doctor.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario