¿Será que he envejecido tanto que mi corazón ha olvidado como amar?
Cada día consumido entre sus sábanas parece un mundo burbuja, tan alejado de la realidad... casi perfecto. Sus palabras ablandan lentamente las duras cadenas, lo sé, porque mis niveles de maña se incrementan día a día notablemente.
Pero me es imposible pensarle sin sonreír. En tan poco tiempo sus manos han reparado la soledad de años, su mirada a revivido mis pasiones y a la luz de la luna amarilla suspendida sobre el cerro San Cristobal, ha cuidado mis sueños en su gran corazón.
Y entonces me pregunto: ¿Cómo no quererle? ¿Cómo podré amarle?. Estas preguntas son la resistencia de los viejos grilletes, son su defensa para que me aferre a ellos, me aferre a mis defensas... para evitar sentir el dolor de la frustración y decepción, el dolor de no ser suficiente para que elijan compartir el poco tiempo que queda conmigo.
De a poco desentraño estas angustias, estos pensamientos odiosos que circulan libremente en la cabeza, en el alma y los latidos. A veces se albergan en mis pesadillas, las que son recurrentes cuando no duermo bajo sus brazos. Me siento tan segura en ese lugar, que cuando pienso en el tiempo temo perdernos entre sus olas.
Admiro su valentía.