Cierro los ojos,
escucho esta bella melodía y
mi mente se teletransporta a 1.216 km desde el living de mi departamento,
y aunque allí es también de noche,
ante mí aparecen las imágenes del lugar donde pertenece mi alma.
Allí soy la lechuza que vuela sobre mis tierras
y el viento que surca por las tardes y que azota en las noches de tormenta contra mi casa.
Soy el pasto indómito del que hago mulch para mis árboles,
incluso ese espinillo rebelde que crece aunque lo cortes mil veces,
soy sus flores amarillas que cubren todas sus espinas,
soy el pudú que sale de la quebrada a saludarme.
Soy las murras que duermen en invierno esperando el sol del verano para hacer que crescan mis frutos y hacerlos mermelada,
soy las semillas de las moras que nadie comió y que alimentaron la tierra donde se apoyan todos los cercos que separan los sueños de unos de los de otros.
Soy las piedras que decoran con sus colores el suelo areno y las que soportan
el cemento sobre el que se apoya y erige mi casa,
soy el suelo que piso y sobre el que se apoya todo lo que hemos soñado.
Soy esos muebles de cocina que te quedaron maravillosos,
soy la vista de la ventana de la cocina donde se presenta el cielo y sus amaneceres, soy la mesa y los taburetes sobre los que tomamos cafecito y comemos pan tostado con huevos de campo revueltos.
Soy las ventanas transparentes que, hoy cubiertas de cortinas, permiten que la luz entre al hogar y me maravillan con paisaje y de los colores que se puede ver a través de ellas,
soy esas ventanas, hoy limpias y transparentes, que permiten a los ojos llenarse de imágenes que nutren el alma.
Soy la estufa y sus pellets que mantienen mi casa calentita en el invierno y durante el temporal,
Soy las latas que protejen mi casa de la lluvia,
y también la música que se produce cuando baila cada gota sobre su superficie, maravillando al que se guarece bajo mi alerón.
Soy también el camino de ripio y de asfalto que me dirige siempre a casa.
Soy todos los árboles de mi quebrada, el blanco de las flores de quillay,
la madera roja de los arrayanes, el perfume del peumo, la voraz quila, los robustos y añosos robles cuyas hojas susurran al viento melodías de paz.
Soy el agua que corre en mi estero y que alimenta mi casa y mi cuerpo,
soy la lluvia que arrecia en las noches acunando nuestros sueños.
Soy el camino a la playa y al fiordo tranquilo que lo baña,
y la desembocadura de mi río que, constante, viaja desde alguna de las tantas vertientes que riegan esta mágica isla.
Soy las nubes que nacen evaporadas de nuestro bosque,
donde la tierra hace el amor con el cielo.
Soy todas esas hermosas estrellas que puedes observar en las noches de luna llena y que a veces se esconde detrás de las inmensas y tormentosas nubes con sus innumerables tonalidades grises y negras.
Soy los canes de mi vecino, que me ladran cada vez que me acerco a los límites de mi campo con su territorio,
soy quien recibe sus lametazos de saludo y quien les agradece por reconocerme pese al transcurso del tiempo.
Soy el camino serpenteante a Huillinco, ese lago hermoso, quieto y frío, que durante las mareas altas se roba las costas.
Soy las dunas del camino a Cucao,
soy su playa de arenas negras donde las olas golpean con furia su costa en el vendaval.
Soy esa entrada de mar que corta el camino al Muelle de las Almas.
Soy ese vehículo que cargo a tope en cada viaje para retornar mi cuerpo material a aquel lugar donde dejo mi espíritu cada vez que lo visito.
Soy el aguilucho que caza en las tardes,
soy las ovejas del vecino que pastan tranquilas,
soy los loros que vuelan en su bandada y que se posan sobre las copas de los árboles que rodean mi hogar.
Soy el silencio de mi casa vacía,
soy todo eso que dejo allá,
soy la salida Quinched, el camino Huitauque, el portón que me deja acceder a mis sueños hechos realidad,
Soy la cúpula celeste que se cierne sobre nuestras cabezas,
Soy mi tierra,
Soy todo y soy nada,
Soy feliz.