Venía enmimismada caminando por Avenida Vitacura escuchando esta maravilla de música, jugando con mis manos como si éstas pudieran, en el aire, recrear esta alegoría a la pasión.
Caminé muchos pasos mirando sin mirar, respirando el aire tibio del día abochornado, mientras mi corazón latía al ritmo soberbio de las teclas de este piano.
Nada había frente mío, ni los árboles con sus brazos desnudos soportando este otoño gris; y las gentes a mi alrededor pasaban sin rostros, mientras mi cabecita estaba absorta en estas notas voraces que absorben el tiempo.
Sólo un semáforo y su señal de "detención" de peatones pudo desactivar el modo automático de mis pasos, trayéndome de vuelta a la realidad... mis pensamientos volvieron al "modo existencia", volví a respirar hondo y repasar por enésima vez lo que tenía que hacer, lo que me queda por realizar y la ruta que seguiría en los próximos 20 minutos.
Y así, esa luz roja frente a mis ojos logró desvanecer el hechizo en el que Beethoven me sumerge cada vez que lo escucho. Quizá de vuelta a la oficina escuche la 5ta sinfonía en su 3ra parte, sólo para hacer un funeral solemne a ese momento de magia en que mis manos dibujaron en el aire esta hermosa y apasionada música.