miércoles, 11 de septiembre de 2019

195ta Entrada, Andante: Green and Gold, Lianne La Havas


Llevo un tiempo pensando en la fluidez del mundo debido a la sensación de estar estática en la nada mientras la vorágine me consume. Y entonces camino, si a veces me bajo del auto, de camino a la oficina por plena Av. Andrés Bello mirando la arboleda ya brotada, ya hermosa como siempre en este cielo azul inusual y resplandeciente. No estoy estancada, he avanzado mucho en la vida, pero ¿soy el ser humano que quería ser cuando niña? una sonrisa se asoma por la comisura de mis labios... la verdad, nunca lo pensé hasta mis 15 o 16 años, cuando tomé consciencia de mi existencia, consciencia de mi propia existencia y de aquellos que me rodeaban. Observar, mirar y volver a observar, comparar comportamientos, reprocharme a mí misma por no ver esos detalles que, mi intelecto y emocionalidad entonces inmadura, no pude apreciar con plena claridad. Ego y culpa en el crecimiento, raro alimento para crear una dicotomía de flojera extrema y eficiencia efectiva excepcionalmente perfeccionista. ¿De dónde saliste? le pregunto a mi yo creado en mi cerebro, y ese yo recuerda como videos todas esas veces que pude hacer algo y no lo hice, todas las veces que me sentí orgullosa de mi misma por sentirme unica en el mundo por una aptitud mental-emocional (que en ese tiempo era muy dispar) y la necesidad abrumadora de no perder el tiempo en estupideces; tiempo que siempre se pierde cuando uno no sabe a dónde va. Mis instintos no estaban equivocados, la razón prevalece en mi corazón, y ha sido lo más sabio que he podido decidir, sentir con la mente y pensar con el corazón para no sentir la culpa que otros tratan de endosarme y hacerme responsable por decisiones que no fueron reflejo de mi propia autonomía de la voluntad; para vivir sin arrepentimiento alguno... mucha jactancia y arrogancia, lo acepto, pero es un poder deber de mi consciencia inevitable, ser tan autoexigente y exigir igual calidad, es ser el ser humano excepcional que elegí ser, para vivir en plenitud, sin miedo, con conocimiento de todas las causas y con capacidad de apreciar con antelación toda consecuencia de mis actos, de aquellos que tienen relevancia emocional y jurídica también. Como cambiamos con los años, como nuestro cerebro se transforma... a veces extraño mi antiguo yo, aquella que caminaba lento y miraba el cielo escuchando música, la que amaba las nubes y las noches de tormenta; hoy intento darme el tiempo para eso, pero mi "kokoro" no se liberaba de sus mochilas, no soltaba las cadenas, aún sentía responsabilidad por los actos de otros... hasta que esos otros se autoflagelaron a sabiendas de mis esfuerzos. Esa subvaloración, y el maltrato subyacente en él, me llevaron finalmente a salir de la cueva de la ignorancia, a ver el mundo tal cual es. Si cuando desafié las ideas de Platón en virtud de la lógica no estaba equivocada, pero tampoco lo estoy hoy, utilizando aquella fábula como una catarsis para entender la vida actual. Gracias infinitas por el conocimiento, y el instinto que me lleva a ello. Gracias por aquellos que lo valoran y también por aquellos que no lo valoraron, hoy me permiten entender de mejor forma como lo social moldea nuestra conducta y como, en lo personal, me ha llevado a decidir a ser el ser humano que soy, con todo lo bueno, lo malo, lo feo y lo bello. Con éstas palabras de autoreflexión escritas en corriente de consciencia (o casi), a mis 31 años puedo ver detrás de esas máscaras sin necesidad de yo usar ninguna, pues no temo a ser lo que soy, aprecio todo lo que he aprendido y puedo compartir con aquellos que llenan mi corazón. Nadie te puede obligar a nada, pues uno dirige sus acciones, y todo lo que uno vive es consecuencia de una decisión propia; nada más basta cambiar la decisión y darle energía en ejecución para que toda la realidad cambie. Duele mirarse y darse cuenta de las carencias sicológicas que nos llevan al autoabuso del propio ser, creyendo que eso nos llevaría al éxito. Sin embargo, empoderarse de esa carencia al reconocerla y hacerla parte de uno hace que la vida sea mucho más simple. Simple, tan simple como ver las hojas florecer mientras el sol ilumina el camino y se refleja en los edificios. Es un momento simplemente perfecto, y siempre ha estado allí, serendipia me siento, y atesoro aun más esto que escribo, más podré sojuzgarme en el futuro, con otros ojos, con otra mirada y perspectiva, ojalá igual de optimista, ojalá "Soñando verde y dorado, como una piedra antigua, porque en cada amanecer sé, que esos ojos que me diste, me permiten ver de donde vengo".